"Ahora como entonces, antes de la gran destrucción del mundo por medio del fuego, se ha concedido un período de prueba y de gracia. Se da a los hombres la oportunidad de mostrar si serán o no leales a Dios. Satanás está tratando de hacer que los que están en posiciones de confianza busquen la regeneración del mundo mediante planes de su propia invención. Estos hombres quieren ser reformadores, pero fracasan porque no orientan sus esfuerzos de acuerdo con las instrucciones de Cristo. ¿Podrían ellos reformar a otros cuando no se reforman a sí mismos?. . . Como testigos de Dios, tenemos un mensaje que llevar a todo el mundo. El Señor tiene muchos hijos que nunca escucharon la verdad para este tiempo. Los siervos de Dios deben darles la advertencia final." (Carta 121, del 15 de marzo de 1905, dirigida a J. E. White).
"La obra de restauración y reforma que hicieron los desterrados al regresar bajo la dirección de Zorobabel, Esdras y Nehemías, nos presenta un cuadro de la restauración espiritual que debe realizarse en los días finales de la historia de esta tierra. . . El pueblo remanente de Dios, los que se destacan delante del mundo como reformadores, deben demostrar que la ley de Dios es el fundamento de toda reforma permanente, y que el sábado del cuarto mandamiento debe subsistir como monumento de la creación y recuerdo constante del poder de Dios. Con argumentos claros deben presentar la necesidad de obedecer todos los preceptos del Decálogo. Constreñidos por el amor de Cristo, cooperarán con él para la edificación de los lugares desiertos. Serán reparadores de portillos, restauradores de calzadas para habitar." (Profetas y Reyes, págs. 498-501).
"Wiclef fue uno de los mayores reformadores. Por la amplitud de su inteligencia, la claridad de su pensamiento, su firmeza para sostener la verdad y su intrepidez para defenderla, fueron pocos los que le igualaron entre los que se levantaron tras él. Caracterizaban al primero de los reformadores su pureza de vida, su actividad incansable en el estudio y el trabajo, su integridad intachable, su fidelidad en el ministerio y sus nobles sentimientos, que eran los mismos que se notaron en Cristo Jesús. Y esto, no obstante la obscuridad intelectual y la corrupción moral de la época en que vivió." (El Conflicto de los Siglos Pág. 101)
"La oposición es la suerte que les toca a todos aquellos a quienes emplea Dios para que prediquen verdades aplicables especialmente a su época. Había una verdad presente o de actualidad en los días de Lutero - una verdad que en aquel tiempo revestía especial importancia; y así hay ahora una verdad de actualidad para la iglesia en nuestros días. Al Señor que hace todas las cosas de acuerdo con su voluntad le ha agradado colocar a los hombres en diversas condiciones y encomendarles deberes particulares, propios del tiempo en que viven y según las circunstancias de que estén rodeados. Si ellos aprecian la luz que se les ha dado, obtendrán más amplia percepción de la verdad. Pero hoy día la mayoría no tiene más deseo de la verdad que los papistas enemigos de Lutero. Existe hoy la misma disposición que antaño para aceptar las teorías y tradiciones de los hombres antes que las palabras de Dios. Y los que esparcen hoy este conocimiento de la verdad no deben esperar encontrar más aceptación que la que tuvieron los primeros reformadores. El gran conflicto entre la verdad y la mentira, entre Cristo y Satanás, irá aumentando en intensidad a medida que se acerque el fin de la historia de este mundo." (El Conflicto de los Siglos Pág. 154)
"En la elección de los instrumentos que sirvieron para reformar la iglesia se nota el mismo plan divino que en la de quienes la establecieron. El Maestro celestial pasó por alto a los grandes de la tierra, a los hombres que gozaban de reputación y de riquezas, y estaban acostumbrados a recibir alabanzas y homenajes como caudillos del pueblo. Eran tan orgullosos y tenían tanta confianza en la superioridad de que se jactaban, que no hubieran podido amoldarse a simpatizar con sus semejantes ni convertirse en colaboradores del humilde Nazareno. Fue a los indoctos y rudos pescadores de Galilea a quienes dirigió él su llamamiento: "Venid en pos de mí, y os haré pescadores de hombres." (S. Mateo 4: 19.) Estos sí que eran humildes y dóciles. Cuanto menos habían sentido la influencia de las falsas doctrinas de su tiempo, tanto más fácil era para Cristo instruirlos y educarlos para su servicio. Otro tanto sucedió cuando la Reforma. Los principales reformadores eran hombres de humilde condición y más ajenos que sus coetáneos a todo sentimiento de orgullo de casta así como a la influencia del fanatismo clerical. El plan de Dios es valerse de instrumentos humildes para la realización de grandes fines. La gloria no se tributa entonces a los hombres, sino a Aquel que obra por medio de ellos el querer y el hacer según su buena voluntad." (El Conflicto de los Siglos Pág. 182)
"En cada generación Dios envió siervos suyos para reprobar el pecado tanto en el mundo como en la iglesia. Pero los hombres desean que se les digan cosas agradables, y no gustan de la verdad clara y pura. Muchos reformadores, al principiar su obra, resolvieron proceder con gran prudencia al atacar los pecados de la iglesia y de la nación. Esperaban que mediante el ejemplo de una vida cristiana y pura, llevarían de nuevo al pueblo a las doctrinas de la Biblia. Pero el Espíritu de Dios vino sobre ellos como había venido sobre Elías, impeliéndole a censurar los pecados de un rey malvado y de un pueblo apóstata; no pudieron dejar de proclamar las declaraciones terminantes de la Biblia que habían titubeado en presentar. Se vieron forzados a declarar diligentemente la verdad y señalar los peligros que amenazaban a las almas. Sin temer las consecuencias, pronunciaban las palabras que el Señor les ponía en la boca, y el pueblo se veía constreñido a oír la amonestación." (El Conflicto de los Siglos Pág. 664)
Dios los Bendiga
Jair Ochoa
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Los que participan del amor de Dios, mediante la recepción de la verdad , darán evidencia de esto haciendo esfuerzos fervientes y abnegados para dar el mensaje del amor de Dios a otros. Así son colaboradores con Cristo. El amor a Dios y el amor mutuo los une con Cristo mediante eslabones áureos... Esta unión hace que fluyan al corazón continuamente ricos raudales del amor de Cristo, y luego fluyan nuevamente en amor hacia otros.
Las cualidades esenciales para conocer a Dios son las que señalan la plenitud del carácter de Cristo: su amor, su paciencia, su desinterés. Esos atributos se cultivan realizando actos bondadosos con un corazón bondadoso (Youth's Instructor, 22-3-1900).