"En verdad vosotros guardaréis mis días de reposo; porque es señal entre mí y vosotros por vuestras generaciones, para que sepáis que yo soy Jehová que os santifico. Exo. 31: 13. El sábado fue dado a la humanidad entera para conmemorar la obra de la creación. Después de colocar los fundamentos de la tierra, después de vestir al mundo entero con su manto de hermosura, y de crear todas las maravillas de la tierra y el mar, el gran Jehová instituyó el día sábado y lo santificó. Cuando cantaban juntas las estrellas del alba, y todos los hijos de Dios daban voces de júbilo, el sábado fue apartado como un monumento divino. Dios santificó y bendijo el día durante el cual reposó de toda su obra admirable. Y este sábado santificado por Dios, debía guardarse como un pacto perpetuo. Era un monumento conmemorativo que debía perdurar durante todas las edades, hasta el fin de la historia terrenal. Dios rescató a los hebreos de su esclavitud egipcia, y les ordenó observar su sábado, y guardar la ley que había sido dada en el Edén. Realizó un milagro cada semana, con el fin de establecer en sus mentes el hecho de que al comienzo del mundo había instituido su sábado... Hay quienes sostienen que el sábado fue dado únicamente para los judíos; pero Dios nunca dijo esto. Le confió su sábado a su pueblo Israel como un depósito sagrado; pero el mismo hecho de que eligiera el desierto de Sinaí, y no Palestina, para proclamar su ley, revela que su propósito era dársela a toda la humanidad." Review and Herald, 30 de agosto, 1898.
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